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Los usos y réditos del pasado. Sobre un disco póstumo de Spinetta

DISCUSIÓN

¿Qué pensaba Luis Alberto Spinetta de la infinidad de discos póstumos de sus admirados Jimi Hendrix y Miles Davis? ¿Le parecía que complementaban una obra demasiado breve (Hendrix) y otra extensa pero con tramos por su profundidad casi eternos (Davis)? ¿Le resultaba un negocio por momentos cínico? ¿O un poco y un poco, según el caso?

Hendrix dejó un cuarto álbum de estudio sin terminar (no cuesta imaginarse a Spinetta en 1971 emocionado por The Cry of Love, el primer álbum póstumo del morocho de Seattle) y un montón de sesiones sueltas y grabaciones en vivo que a lo largo de las décadas fueron presentándose con respeto y tino desiguales. A Hendrix le quedaban un montón de música y fases por atravesar. También deslices por cometer. Davis pasó por todo: la(s) música(s), las fases y los traspiés. Y cuando murió tenía en desarrollo un disco donde incursionaba en el hip hop.

Las discográficas se amparan en las cintas guardadas y/o recuperadas para continuar obteniendo ganancias ante un público que siempre quiere más. O mejor dicho, a veces es llevado a querer más. Si el artista ya no está, es hasta lógico que tanto discográficas como familias quieran mantener un ritmo de ingresos, así como lo es que su público desee continuar encontrándose siempre con algo (más o menos) nuevo del artista ausente. A veces ausente en vida, como el sabático de Davis en la segunda mitad de los setenta, llenando en las bateas gracias a un período previo inmensamente prolífico.

Hoy, esas diferencias de criterio aplicadas por los responsables del catálogo de estos dos músicos (a quienes les quedó pendiente concretar un proyecto conjunto) y de tantos otros (vivos o muertos, ya tampoco importa) se han diluido: es uso y costumbre editar todo o casi todo. Cajas —o sencillamente ediciones virtuales— con sesiones de grabación o ciclos de shows completos, a veces motivadas por políticas de extensión de copyright. Hace unos meses salió un box con (casi) todo lo que la Band Of Gypsies tocó en sus cuatro shows de Año Nuevo de 1970 (el último de la vida de Hendrix) en el Fillmore East. También se lanzó Rubberband, una versión completada y remozada del que en 1985 iba a ser el debut de Davis para Warner Bros, que fue abandonado en favor de Tutu, del año siguiente; en ambos casos, es de la época en que Miles era un invitado de sus propios discos.

Pero volvamos a Spinetta. Que es también volver a la Argentina. Difícil de saber si los gustos del Spinetta fan se correspondían con el Spinetta artista y su obra. Pero sí sabemos que siempre buscó la mejor calidad posible según las circunstancias en las que se encontraba. Pelusón of Milk suena como un demo al lado de Only Love Can Sustain, sin embargo es lo que él podía permitirse en 1991, y hay más de su personalidad allí que en los arreglos de su no obstante subvalorado disco estadounidense; estadounidense en una forma en que El valle interior de Almendra o el unplugged Estrelicia no lo fueron, pese a grabarse en Los Ángeles y Miami, respectivamente.

De vuelta, Estados Unidos no es la Argentina. Pese a que Spinetta, con esfuerzo, montó en los noventa su propio estudio profesional La Diosa Salvaje (en algún sentido inspirado en el Electric Lady de Hendrix),con la salida de Ya no mires atrás, el segundo álbum de material inédito publicado tras su muerte, no parecen quedar más canciones de estudio. Sí demos (y aquí cabe preguntarse si hay canciones sin terminar o producir profesionalmente) o versiones alternativas.

Y en el país tampoco hay mercado para artistas de catálogo, aun si el CD se vende en disquerías a mil quinientos pesos: para siete canciones y treinta minutos, más de doscientos pesos por canción. Aun así, es una ganga en comparación con el vinilo, que esperemos haya sido masterizado con más suavidad, y eso que este ni siquiera es de los lanzamientos actuales con mayor violencia en ese plano sónico. El CD tiene un sencillo pero imaginativo rediseño de Alejandro Ros que hace parecer al digipak más grande de lo que realmente es, mientras que la tapa y el booklet incluyen ilustraciones digitales de Spinetta coronadas por la portada, que remeda su versión de la robot de Metropolis en el estilo que ya había utilizado en 1989 para la tapa de Don Lucero.

A diferencia de George Harrison, Spinetta no parece haber dejado instrucciones a su familia sobre qué hacer con sus últimas grabaciones. Y si lo hizo, se une a las notorias omisiones sobre sus años finales presentes en la biografía oficial Ruido de magia. Sea como haya sido, no se termina de entender cómo Catarina Spinetta —a cargo del proyecto— habló, en la promoción de Ya no mires atrás, de este como un regalo que su padre dejó a la espera de ser descubierto, por más que, en efecto, hayan hallado la mayoría del material en un pendrive.

El propio Spinetta aclaraba en una entrevista de 2008 realizada por Fernando de Trápaga, con motivo de la salida de su álbum de estudio final, Un mañana, que la mayoría de lo que hoy conocemos como Ya no mires atrás son outtakes de ese disco que por un momento consideró incluir aprovechando la extensión del formato CD, pero finalmente decidió omitir para “no producir un disco demasiado recargado”. También queda claro que esa elección no iba en desmedro de su valoración por las canciones (en la nota refiere a un tema, “Berimbau”, que por descarte se deduce que es “Ya no mires atrás”). Queda sin responder por qué no volvió a recurrir al formato EP, como había hecho en 2004 con Camalotus. Quizá las guardó como parte del nuevo repertorio que pensaba trabajar con su banda antes de descubrir su enfermedad.

Pero había otro nuevo repertorio y otra banda: el trío con Rodolfo García y Daniel Ferrón cuyos ensayos dieron forma en 2015 a Los amigo. Ahí la cuestión es más debatible: ¿le hubiese gustado a Spinetta que se lo escuche oxidado en algunas digitaciones, abordando un estilo que hacía años no tocaba? ¿O que le adosasen una orquesta a uno de esos tracks, justo a él, que sólo tuvo ese acompañamiento en contadas ocasiones por limitaciones presupuestarias? Piensen en lo bien que suenan los interludios compuestos y tocados en teclados por Claudio Cardone en “Canción de amor para Olga” de Un mañana, y en el plus que hubiesen ganado de haber sido orquestados para instrumentos de cámara. La cosa recuerda a los sesionistas adosados a algunas producciones póstumas de Hendrix.

Después está la minipolémica de los dos demos —o work in progress, con su voz como guía— que Spinetta grabó para Grace Cosceri, quien dice que él nunca hubiese querido que esas versiones se conociesen con otra voz que no fuese la de ella. Pero sus grabaciones nunca se concretaron: ¿cuánto había que seguir esperando? Por otro lado, ella tiene un mail de Spinetta diciendo que la letra de “Diadema”, tal como la cantó él, ya había sido modificada. ¿Es eso, y que Spinetta cantase en un registro más agudo de lo habitual para acercarse al de Cosceri, suficiente motivo para que la canción siguiese guardada?

Si bien sólo siete canciones (de duraciones estándar, ningún tema extenso como algunos que incluían discos suyos de los setenta), sumando las dos donaciones para Cosceri, que sugieren la rascada del fondo de una olla, Ya no mires atrás se sostiene con coherencia interna y es una bienvenida adición al canon spinettiano de su último período. Completado con algunos overdubs juiciosos a cargo de Cardone y con las decisiones finales de mezcla a cargo de Mariano López, el ingeniero de cabecera de Spinetta, los primeros tres temas retoman la veta más pop de Un mañana, incluyendo una poesía sencilla montada sobre una segunda persona. Canciones de amor a la Spinetta, ni más ni menos.

Más allá de este approach lírico y de la búsqueda de armonías más directas con algunas sorpresas eventuales, “Veinte ciudades” retoma sonoridades ya presentes en 1988 para Téster de violencia, mientras que el tema que titula el disco vuelve al soul pop por el que pasó en la transición entre los setenta y ochenta y retomó a partir de momentos de Los ojos (1999). En “Agua de río” (sin título definido al momento de terminar Un mañana) confluyen algunos arreglos de teclados de Cardone —que parecen haber sido de las grabaciones recientes— con la idea que Spinetta poseía del funk (ver “Las olas” en el doble de Los Socios del Desierto, de 1997), como en el bajo recargado de Nerina Nicotra.

Spinetta tenía “Nueva luna / Mundo arjo” desde los días de Jade: se puede ver a la formación final de la banda tocar el tema en Badía & Compañía en 1984 y también sonó en su presentación en la Casa Rosada de 2005. Con sus aires de zamba, no fue a Un mañana porque Spinetta juzgó que le faltaba el toque del Mono Fontana. Esta versión —presumiblemente completada poco después de aquel disco— incorpora la librería de sonidos que Fontana ocasionalmente utilizaba con Spinetta, no presente en la versión de Jade.

El último Spinetta ya nos había acostumbrado a las colaboraciones con sus hijos. El pero a “Merecer” (que fue finalizada un tiempo después de Un mañana) es que Valentino y Dante son mejores como coproductores y arregladores que como rappers: los teclados de la intro, las baterías electrónicas o el brevísimo pero efectivo solo de guitarra de Dante, cuyos talentos en las seis cuerdas también habían sido de lo mejor de la versión de hard rock cruzado con hip hop de “Ana no duerme” en pleno diciembre de 2001. Mientras, Valentino suena como sonaba Dante antes de adoptar una especie de afectación “latina”.

Para el final, las mentadas canciones para Cosceri. Como particularidad, Alejandro Franov tocó los teclados en las dos (incluyendo las líneas de bajo) y también compuso la música de “Diadema”, donde no queda claro si él o Spinetta estuvieron a cargo de la programación, que suena como las que este utilizó en Para los árboles, de 2003. En “Luces y sombra”, además, y como en el resto del disco, está Sergio Verdinelli en batería, importante por cómo contribuye a la acentuación que le da a la canción su peculiaridad rítmica.

Y se terminó Ya no mires atrás. Pero hay planes de editar cosas en vivo de Almendra (una pena que no existan grabaciones con buen audio del repertorio de la ópera rock abandonada que había sido concebida como su segundo disco) e Invisible. Lo más interesante sería una buena edición proveniente de los shows de 1978 y 1979 de la Banda Spinetta con el repertorio post A 18’ del sol que nunca se grabó en estudios.

Es irónico que la nostalgia en algún punto funcione como motor para continuar vinculándose con la obra de alguien a quien aquí se lo escucha pedir “ya no mires atrás” y que aseguraba “mañana es mejor”. Pero desgraciadamente, con Luis Alberto Spinetta, sólo nos queda el pasado como lugar adonde mirar y maravillarse.

 

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